
Los cinco detenidos fingían ser empleados nocturnos de empresas de Alicante para pasar desapercibidos entre el vecindario
La Guardia Civil ha detenido a los cinco miembros de nacionalidad albanesa de una organización que perpetró más de una veintena de robos con fuerza en empresas y viviendas habitadas de las provincias de Alicante, Murcia, Almería y Granada. Los arrestados, con más de cien antecedentes policiales, fueron interceptados cuando regresaban a sus domicilios después de pasar una noche reconociendo empresas susceptibles de ser robadas.
La operación 'Sapo', llevada a cabo en la provincia de Alicante, se ha saldado con otros cuatro imputados que prestaban labores de apoyo y cobertura a la organización y seis registros domiciliarios practicados, en los cuales se han recuperado herramientas para la comisión de sus acciones delictivas, joyas, televisiones o inhibidores de frecuencia. Según el Instituto Armado, la investigación se inició a finales de año cuando se detectó la existencia de un grupo organizado «muy activo» dedicado al robo de empresas y viviendas en diversas provincias del arco mediterráneo, utilizando el procedimiento del butrón. Seguidamente, los agentes constataron que el grupo estaba asentado en varias urbanizaciones de Torrevieja y Orihuela , donde fingían ser empleados nocturnos de empresas de la comarca para poder pasar desapercibidos entre el vecindario.
A diario, los miembros del grupo se reunían en un bar próximo a su lugar de residencia para después desplazarse a polígonos industriales de Alicante, Murcia, Almería o Granada, a bordo de vehículos de alquiler para efectuar un reconocimiento de los exteriores de empresas y viviendas..
Una vez estudiadas las medidas de seguridad, las vías de escape o el grosor de las paredes, se desplazaban a escondites ubicados en descampados próximos a su residencia, donde se ataviaban con ropa oscura y recogían todo el material necesario para cometer el robo en las empresas reconocidas el día anterior. Tras perpetrar el golpe, regresaban de madrugada a sus domicilios, pasando de nuevo por los zulos donde depositaban el material y el botín obtenido en los robos cometidos. Al cabo de unos días retiraban de los escondites el botín, dándole salida en el mercado clandestino a través de receptadores o mediante envíos de dinero o paquetería a su país de origen.
Las mujeres de la organización, encargadas de la logística, daban cobertura mediante el alquiler de viviendas, adquisición de teléfonos móviles, envíos de dinero a sus países o contravigilancias en las entradas y salidas de los domicilios. Además, los detenidos contaban con la colaboración del empleado de una empresa de alquiler de vehículos.
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