sábado, 1 de noviembre de 2008

Vecinos de Sestao organizan patrullas nocturnas contra la delincuencia


S. ZUBELDIA / J. DOMÍNGUEZ| BARAKALDO

Una veintena de personas hacen turnos entre la una y las siete de la mañana en Chávarri
Los residentes denuncian una media 40 robos al mes ante la pasividad municipal
Los vecinos de Sestao han pasado a la acción. Hartos de sufrir robos, amenazas y actos vandálicos ante la «pasividad municipal», los residentes en Chávarri han formado patrullas ciudadanas nocturnas para «defenderse» por sí mismos. Viven, según denuncian, inmersos en un ambiente de «gran inseguridad» desde hace dos años. Pero la «insoportable racha» de delincuencia de los últimos quince días les ha obligado a echarse a la calle para velar por sus intereses. Un grupo de veinte personas recorre por turnos desde hace cuatro noches las calles Chávarri, El Sol y Los Baños entre la una y las siete de la mañana. Y «no hemos visto ni un solo vehículo policial», critican.
Antes de adoptar una medida tan extrema, los vecinos aseguran que otorgaron un «margen de confianza» a los responsables locales. Pero «nos dieron la callada por respuesta», se duelen. Así es que tras celebrar varias reuniones «infructuosas» con el edil de Seguridad Ciudadana, Txemi Rincón, «para intentar atajar el problema de la conflictividad de la zona», solicitaron una «cita urgente» con el alcalde, José Luis Marcos Merino. Sólo tras poner en marcha las patrullas nocturnas han conseguido que el primer edil les reciba el próximo lunes. El presidente de la asociación vecinal Txabarri Garbi, Manuel Fernández, asegura que las calles del barrio llegan a registrar «hasta 40 delitos al mes», aunque luego «sólo se denuncien cuatro». Y es que los propios residentes pidieron ayer a los sestaoarras que acudan a la Policía cuando sufran agresiones o hurtos para «poder demostrar la magnitud» del problema. «Es la única forma de atajarlo», apuntó Fernández.
Asimismo, sostienen que la situación se ha recrudecido con el realojo de cuatro «familias conflictivas» procedentes de Vega Nueva en el número 61 de la calle Chávarri. «Si en un barrio que ya es una caja de bombas metes más dinamita puede acabar explotando», sentenció Fernández. Los afectados calculan que en la zona conviven «unas 19 etnias diferentes». El alcalde, por su parte, rechazó que esas familias sean problemáticas y aseveró, además, que «están muy controladas».
Pero las quejas vecinales no quedan ahí. Los residentes denuncian la existencia de «pisos patera» en varios portales, donde residen hasta «36 personas» en una misma vivienda, y «mafias rumanas» que hostigan a los hosteleros, extremos de los que tampoco tienen noticia los responsables municipales.
Un viejo problema
La conflictividad en la parte baja de Sestao es un asunto que viene de lejos. Ya en octubre de 2001, tras muchas quejas por motivos similares a los actuales, unas 10.000 personas se manifestaron para reclamar soluciones al creciente clima de inseguridad. Después de esta primera concentración se sucedieron otras muchas, hasta que en 2005 los responsables municipales activaron un protocolo conjunto entre la Ertzaintza y la Policía local. No obstante, los vecinos denunciaron en abril del año pasado que el dispositivo se había «reducido». Ahora, lamentan continuar «tan abandonados como siempre» y critican la «incompetencia y dejadez» municipales. «Estamos asustados. Sólo pedimos que nuestros hijos puedan salir tranquilos a la calle», ruegan los afectados.
Entre los hosteleros afectados hay casos sangrantes. Mari Carmen Calvo sufrió la semana pasada dos robos en tres días. Le «destrozaron» el bar; los ladrones provocaron daños en puertas y máquinas recreativas por valor de «2.000 euros». Arrasaron la caja registradora y «el tabaco rubio». Ahora tiene miedo cada mañana. Nunca sabe «qué va a encontrarse al bajar» a abrir su local. Además, los delincuentes la han «amenazado» a ella y a su familia. Y eso no es todo. Tras perpetrar los hurtos, volvieron armados «con palos». Teme que regresen. «Son vengativos», advierte. Así las cosas, Mari Carmen se plantea «buscar otro local» y empezar de nuevo. «Aquí estamos dejados de la mano de Dios».
Cerca de su establecimiento hay una peña taurina cerrada desde hace seis meses. «Se fueron por miedo, no lo aguantaron». Hace sólo unos días, desconocidos calcinaron un vehículo en las proximidades. Las llamas afectaron a los colgadores de las viviendas, y el hollín aún permanece adherido a la fachada. «Nos gustaría que el alcalde viniera a vivir aquí una semana. Que sienta de cerca la inseguridad. Las promesas de regeneración del barrio se quedan sólo en eso», lamenta el portavoz vecinal.
Los residentes exigen mayor presencia policial. No se conforman con que los agentes pasen por el barrio «un cuarto de hora para poner multas». «Tenemos pánico a andar por la calle de noche, pero es que a las cuatro de la tarde tampoco se puede», apunta Mikel Arrueza. De momento, instan a otros afectados a unirse a la patrulla.
José Luis Lagüera, uno de los patrulleros, regenta un bar desde hace 18 años. Los lazos sentimentales que le unen al barrio le impiden marcharse, pero ya ha sufrido un conato de robo y «la mafia rumana» le intentó sisar «600 euros» a través de un engaño que la banda ha repetido en, al menos, «otros dos» locales, Según explica, el 'modus operandi' es el siguiente: un grupo de personas -siempre hay una «con aspecto aniñado»- entra a un bar y pide cambios para jugar a la tragaperras. Después de un rato probando suerte, otra persona entra al local y amenaza al dueño con denunciarle por dejar jugar a «un menor» si no le da «600 euros». «No son menores, pero a veces lo parecen. Por eso les echamos antes de que empiecen a jugar».

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