lunes, 28 de abril de 2008
«Mamá, no te preocupes; me han pegado dos tiros pero estoy bien»
VALLADOLID
«Mamá, no te preocupes; me han pegado dos tiros pero estoy bien»
El agresor y un cómplice se dirigían a la discoteca, donde una hora antes les habían prohibido el paso
«Mamá, mamá, no te preocupes, me han pegado dos tiros pero estoy bien». Éstas fueron las primeras palabras que pronunció a través del móvil el conductor de un BMW de gran cilindrada nada más empotrarse contra la mediana de la avenida de Salamanca, después de que el individuo que le acababa de secuestrar le descerrajara dos disparos de escopeta en las inmediaciones de la discoteca La Rosaleda (Perindola) cuando intentaba darse a la fuga.
El sospechoso, al que al cierre de esta edición buscaba aún la Policía Nacional, es un delincuente demasiado habitual con residencia en Las Flores y que de concretarse la acusación de intento de homicidio habría dado un salto cuantitativo en su prolífica carrera delictiva. Y eso que Roberto R. D., alias 'Pirri', cuenta con sólo 23 años. Ayer de madrugada acudió con un 'colega' a la discoteca de la avenida de Ramón Pradera a tomar una copas -al parecer, armado con una navaja- y se hinchó de ira ante la negativa de los porteros a dejarle pasar. Eran las 4.30 horas y en la discoteca que vivió un tiroteo sobre dos porteros por un motivo idéntico hace dos años se mascaba la tragedia. La primera discusión, en la que según los testigos salió a relucir una navaja, se quedó en eso. Pero 'Pirri', de demostrarse su autoría, no se conformó con el resultado y, al averiarse su coche -no tiene carné-, decidió parar navaja en mano al conductor de un BMW para que le llevara a su domicilio a coger una escopeta de caza en compañía de su compinche. «Me obligaron a abrir la puerta con un cuchillo», relató luego a los policías la víctima, quien añadió que «ni siquiera quisieron coger ellos el coche al ofrecerles las llaves».
Viaje de ida y vuelta
Hora y cuarto después, los tres estaban de vuelta, después de hacer una parada en una vivienda de Las Flores -supuestamente la casa de Roberto R. D.- con la presumible intención de dar un escarmiento a los porteros de la discoteca. Todo estaba listo, pero la magnitud del delito en ciernes agudizó los sentidos de Carlos A. G. -el herido-, quien buscó su oportunidad para huir. Y la encontró cuando el raptor que llevaba la voz cantante puso pie a tierra mientras su compinche continuaba sentado en la parte posterior del turismo.
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