



Testigo entre las balas
Las imágenes grabadas por las cámaras de seguridad del enfrentamiento entre un escolta y un vigilante reflejan que ambos se encañonan y disparan después de discutir
AINHOA DE LAS HERAS| BILBAO
a.delasheras@diario-elcorreo.com
El enfrentamiento en la estación de Abando que terminó a tiros el pasado viernes entre el escolta Carlos D.J., de 31 años, y el vigilante de seguridad César C., de 35, duró unos quince minutos y se desarrolló en tres actos. Primero discutieron como si se tratara de una bronca de discoteca, después se encañonaron y, por último, se dispararon. Uno, el guarda, resultó herido de dos certeros balazos; y el otro, el guardaespaldas, fue detenido por la Ertzaintza acusado de un intento de homicidio, aunque quedó en libertad tras declarar ante el juez.
Las imágenes grabadas por las cámaras de seguridad de la intermodal, difundidas ayer por TVE, recogen los tres momentos, aunque de una forma fragmentada. Dos escoltas llegaron a la estación con su protegido, un concejal del PP de Portugalete, que iba a coger un tren a Valladolid, a la una y media de la tarde. Mientras el edil se sentó en la terraza de una bocatería en la primera planta, junto al acceso a los andenes, los dos acompañantes se apoyaron en la barandilla. Según los testimonios recabados por la Ertzaintza, Carlos -de origen latinoamericano, aunque lleva diez años en España- comenta a su compañero: «Mira dónde está ahora éste», en referencia a un vigilante con el que había coincidido en el pasado en otra empresa de seguridad, que se encontraba en la planta baja junto a César, natural de Huelva. Éste se lo toma como una burla hacia él. «Se rieron de mí», llegó a comentar a su círculo. Furioso, subió las escaleras mecánicas y se dirigió a los escoltas, en concreto al mulato, diciéndole que no le había gustado su «sonrisa». «Pasa de mí», le espetó el otro. El otro guardaespaldas intenta mediar entre ellos, según se aprecia en la grabación.
Tras el primer acaloramiento, ambos se relajan y César baja de nuevo al piso inferior. Todo podía haber quedado en un bochornoso encontronazo; pero, mientras el uniformado desciende, vuelven a cruzar miradas y el escolta saca su pistola y le encañona desde arriba, lo que es imitado por el vigilante desde abajo. El segundo escolta apremia a ambos a que guarden sus armas con gestos e incluso con malas palabras. Los dos le hacen caso y enfundan, aunque mantienen el duelo e incluso advierten: 'Esto no va a quedar aquí'.
Seis disparos
La tercera parte, la definitiva y más grave, se produce cuando César avisa a sus compañeros por la emisora de que «un tío me ha apuntado con una pistola». Mientras los demás guardas se aproximan, él empieza a subir las escaleras airado. Una vez en el piso de arriba, exhibe su revólver y apunta al escolta, que también le encañona mientras camina hacia atrás hasta que le frena el cristal de la bocatería, justo al lado de donde se encuentra su protegido. En ese momento, después de varios segundos de pánico, uno de los dos abre fuego y sucede un intercambio de hasta seis disparos.
Carlos D.J. llevaba pistola y munición 9 milímetros parabelum; y César C., un revólver cuyos casquillos no caen al suelo como los de la pistola, sino que quedan alojados en el cargador, con balas del calibre 38. Dos balas impactaron en César C., en la pierna y el hombro izquierdos, y una tercera en el brazo de un joven nigeriano que, según algunas fuentes, se encontraba dentro del restaurante, por lo que tendría que haber sido disparada desde el otro extremo, donde estaba el vigilante.
Otros dos impactos alcanzaron a un cristal de la bocatería, justo encima de donde estaba el escolta, y en la maleta del concejal. En medio de las balas, el otro escolta saca a rastras a su protegido, mientras el público atemorizado busca refugio. Cuando el guarda cae herido al suelo, el escolta se acerca a él y de una patada aparta el revólver. Después, desaparece de la escena. Según un testigo directo, el guardaespaldas teme que vayan «a por él», pero habla con su compañero, que le convence para que recapacite. Después, sube de nuevo a la primera planta y se entrega a la Ertzaintza.
El vigilante herido evoluciona favorablemente y ha comentado a sus allegados que fue «un calentón», que ha «vuelto a nacer» y que ahora sólo piensa en recuperarse. El escolta se encuentra en estado de shock.
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