
Sucesos
El tribunal considera "inductor e ideólogo" al agente de Valencia y autor del hurto al oficial de Madrid
Uno de los agentes ya confesó plenamente los hechos ante el tribunal y aceptó el castigo que la justicia le deparara. El otro acusado dijo ser "víctima de una venganza", juró y perjuró no saber nada del tema y aseguró estar pasando un infierno de trastornos psiquiátricos desde los hechos. Pero la Audiencia no traga con la versión ofrecida por el segundo de los procesados. No sólo eso: lo considera "sin duda ninguna" como inductor e ideólogo del robo de 20 kilos de cocaína de la Jefatura Superior de Policía de Valencia en julio de 2006.
Así califica la sección cuarta a M. G. T., el agente destinado en Valencia, a quien la Audiencia impone 12 años de prisión. Su cómplice y ladrón confeso del estupefaciente, J. L. A. G. -vecino de Alcorcón-, es condenado a 10 años de prisión. El tribunal impone por último nueve años al joven rumano a quien este entregó parte de la droga para intentar venderla.
Junto a la privación de libertad, la sentencia fija a los agentes el pago de dos millones de euros. La resolución destaca las contradicciones del policía valenciano en su declaración. Así, aseguró por un lado que el otro agente "era muy amigo suyo" y, al mismo tiempo, afirmó que lo estaba implicando "en venganza por un asunto de faldas".
La Audiencia estima que el policía destinado en la vigilancia de la puerta trasera de Jefatura pudo ver el contenido de la furgoneta estacionada en el patio -con 500 kilos de droga intervenidos en el puerto de Valencia- y conocía que, por falta de seguridad, tenía al alcance el alijo y era fácil cogerlo.
El tribunal considera probado que M. G. T. llamó por teléfono a J. L. A. G., le expuso el plan y le pidió que fuera a Valencia con el uniforme, que él le franquearía el acceso a Jefatura. La Audiencia argumenta que el policía de Madrid "no podía saber que la furgoneta seguía en el patio, ya que no debía estar tanto tiempo allí, así como que estaba abierta y que la droga era accesible", de no ser que se lo hubiera comunicado su compañero.
El agente valenciano sostuvo en el juicio que se vio sorprendido por la llegada del otro acusado y que no supo reaccionar cuando este empezó a robar la cocaína. La resolución destaca que las cámaras de Jefatura grabaron la "amplia sonrisa" del procesado mientras habla por teléfono una vez culminado el plan, "lo que elimina de plano el choque que este dice que le había producido la presencia de su amigo".
Vigilancia "desastrosa"
El abogado del agente que vigilaba el acceso al edificio policial hizo hincapié, como prueba del desconocimiento de su cliente de lo sucedido, en que el acusado tenía acceso a las cintas de las cámaras que filmaban el patio y que pudo eliminarlas para hacer desaparecer pruebas, algo que no hizo. Pero los magistrados sostiene que el plan "si no perfecto, no era malo", pues los procesados contaban con lo "desastroso" de la situación de la furgoneta y la droga.
"Lo normal era que no se echasen en falta unos pocos kilos de droga, con lo que nadie iba a mirar las cintas, que iban a ser borradas o regrabadas", apunta la sentencia.
Tras el robo, J. L. A. G. regresó a Madrid y escondió la droga sustraída, dispuesta en dos tablas de 10 paquetes de un kilo cada una de ellas, en un trastero de su padre en Alcorcón. El fallo añade que el agente de Valencia viajó al día siguiente a Madrid para acordar con su cómplice cómo vender la droga y a qué precio hacerlo.
El 10 de agosto, el policía madrileño contactó con un joven rumano, portero de discoteca, al que le entregó tres kilos de cocaína para que los vendiera por una cantidad cercana a los 33.000 euros.
Pero no hubo forma de encontrar compradores para el alijo de estupefaciente. Los días 17 y 18 de agosto fueron detenidos los dos agentes del Cuerpo Nacional de Policía y se recuperaron los 17 kilos de cocaína escondidos en el trastero. J. L. A. G. confesó entonces a los investigadores que el resto del estupefaciente lo tenía el ciudadano de Europa del Este.
Los agentes se desplazaron al domicilio del tercer acusado e intervinieron el resto de la droga sustraída, además de una báscula de precisión y 700 euros en efectivo que procedían de esta actividad ilícita, como recoge la sentencia de la sección cuarta.
La Audiencia destaca que los 20 kilos de cocaína robados, de haber sido vendidos en dosis o en gramos, habrían generado unas ganancias para los acusados superiores al millón de euros.
El tribunal impone también el pago de una multa de 600.000 euros al portero de la discoteca madrileña por un delito contra la salud pública. La sentencia no es firme y todo indica que, al menos el abogado del agente que negó los hechos ante la Audiencia, recurrirá la condena ante el Tribunal Supremo.
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