

HOSTELERO EXTORSIONADO POR UN AGENTE DE LA POLICÍA MUNICIPAL DE BILBAO
«Sólo tenía dos opciones: pagar o arruinarme»
«Temí que el pago de 3.000 euros fuera sólo el principio», confiesa el empresario chantajeado
«Se me pasó por la cabeza el caso de la mafia policial de Coslada»
La cita está fijada a primera hora de la tarde en su establecimiento, cuando el local está todavía cerrado, envuelto en la penumbra. El hostelero supuestamente extorsionado por un policía municipal de Bilbao y su pareja sentimental accede a la entrevista con una única condición: que se preserve su anonimato. Nada de nombres ni fotografías. El empresario recibe a EL CORREO detrás de la barra del bar. Se muestra tranquilo, en cierto modo «aliviado», aunque también deja ver una mueca de preocupación cuando se le pregunta sobre cómo cree que acabará el caso. Todavía tiene esperanzas de recuperar los 3.000 euros que pagó.
El juez, por ahora, ha imputado al agente -ingresado actualmente en una clínica para tratar su adicción a las drogas- y su compañera. Y el área municipal de Seguridad Ciudadana le ha suspendido de empleo. La investigación sigue abierta y no es descabellado pensar que puedan aparecer nuevos casos.
-¿Cómo se siente después del revuelo que se ha formado?
-Ahora estoy tranquilo, pero lo he pasado realmente mal. El último mes ha sido un auténtico infierno. Le he dado muchas vueltas a la cabeza. Aún me cuesta conciliar el sueño.
-¿Cuándo empieza esta pesadilla?
-El 17 de mayo. Un policía municipal, con su uniforme y su casco de motorista, se presenta aquí a las siete y cuarto de la tarde. Me dice, de muy malos modos, que hay más gente en mi local de la permitida y que me va a sancionar. Pero ni siquiera cuenta cuántas personas hay.
-¿Protesta?
-Claro. Yo sé que para multarte, la Policía tiene que sacar a los clientes del bar uno por uno y comprobar así cuántos hay realmente. Porque ahora las cosas no se hacen a ojo, como antaño.
-¿Y cómo reacciona el agente?
-Se pone tenso. Discutimos. Y se marcha sin darme ningún escrito ni levantar acta.
-Y ¿después?
-Me quedo con la mosca detrás de la oreja, porque me sorprendió mucho lo que pasó, pero por nada del mundo me imaginaba lo que iba a venir después.
-¿...?
-Al miércoles siguiente recibo una llamada. El número es de la centralita de la Policía Municipal y me dicen que me van a cerrar 30 días mi negocio. Todo agosto, encima, el mes más importante del año.
-¿Cómo se lo toma?
-Fatal, porque son las fiestas de Bilbao y es una época que te permite cuadrar el balance del año. Si no abro ese mes me arruino.
-¿Le ofrecen alguna salida?
-Me dicen que me busque una ayuda externa para que me quiten la sanción. Tengo algún amigo policía, pero no tengo tanta caradura como para pedirle que me eche un cable. Así que me quedo un poco sorprendido.
-¿Qué pasa después?
-Pues que una clienta conocida me dice que sabe de unos policías que me pueden ayudar. Que le quitaron una multa muy gorda de alcoholemia a un conocido por 1.500 euros. Y me dice que le dé ese dinero y que ella se lo hará llegar a los municipales. Pero luego me dice que la cosa está muy mal y que va a necesitar otros 1.500.
-¿Se lo piensa antes de pagar?
-Muchísimo. Se me viene a la cabeza la mafia policial de Coslada. Además, 3.000 euros no se consiguen de hoy para mañana.
Apoyo familiar
-¿Se lo dice a alguien?
-Sólo a mi familia, que me advierte de que igual hoy son 3.000 euros, pero que dentro de una semana pueden ser otros 3.000. Ése era mi gran temor.
-¿Cómo les hace llegar los billetes?
-Ése fue el peor momento. Metí la cantidad en un sobre y la clienta me anunció que ella lo recogería, que los agentes tenían miedo de ser grabados por alguna cámara. Me preguntó a ver si llevaba algún micrófono...
-De película...
-Sí, pero hay que estar ahí para saber lo duro que es.
-¿Por qué paga? ¿Por qué no lo denuncia?
-Les doy el dinero por miedo y porque tenía dos posibilidades: tragar o irme a la ruina. Si me cerraban el mes de agosto hubiera contraído una deuda de 10.000 euros, porque hay que hacer frente al alquiler, al traspaso, al sueldo de los empleados, la luz, el agua, el teléfono, la licencia... Son demasiados gastos. Sé que hice mal, pero no tenía elección y ellos lo sabían. Era mi punto débil y me presionaron donde más me podía doler. Se aprovecharon de que la mujer me conocía. Y yo no sabía que estaban compinchados. Me he llevado una sorpresa enorme.
-Y ¿qué garantía le dieron de que la sanción no se haría firme?
-Ninguna. En realidad, no existía tal expediente. Me dijeron que estuviera tranquilo, que me olvidara del asunto, que estaba zanjado.
-¿Cómo llegó el caso a la Policía?
-No tengo ni idea. Pero un buen día se presentaron dos agentes de paisano en mi casa.
-Menudo susto ¿no?
-Bueno, me dijeron que la cosa no iba conmigo, que estaban investigando un caso de extorsión protagonizado por un miembro de la guardia urbana. Me pidieron mi colaboración.
-¿Se la dio?
-Al principio les dije que no sabía nada. Estaba asustado. Después me limité a contarles lo que había sucedido.
-¿Tiene miedo?
-Miedo, miedo, no. Pero a toro pasado se ve todo muy fácil.
-¿Le ha ofrecido la Policía Municipal protección?
-Me han dado un número de teléfono directo para que les comunique cualquier problema que pueda estar relacionado con este asunto. Con estas cosas nunca se sabe. Uno tiene una tranquilidad relativa.

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