viernes, 14 de mayo de 2010

Inmigrantes tienen atemorizados a los vecinos de Triana, Sevilla


9 Mayo, 2010
No les contamos nada nuevo, los casos se suceden de forma alarmante en todo el territorio nacional. Cientos de casos de violencia, asaltos y robos pasan a las páginas de los periódicos cada día. Mientras tanto, la clase política hace oídos sordos a las quejas de los ciudadanos. Una de las ciudades más castigadas de España en materia de inmigración es Sevilla.

El último problema está protagonizado por un grupo de inmigrantes que lleva meses viviendo en la vía pública en una zona sensible de Triana —en las inmediaciones hay un pequeño parque recreativo para infantiles y una guardería— y están atemorizando con su estilo de vida a los vecinos y viandantes que pasan por la zona, la mayoría jóvenes y personas mayores. Además de campar a sus anchas en el parque, diariamente ejercen como aparcacoches, intimidando a quienes no les da dinero y en reiteradas ocasiones han atentado contra los vehículos, rayándolos o pinchándoles las ruedas premeditadamente.
«El dinero que logran de manera ilícita del desempeño de dicho oficio, pues es una práctica delictiva tal y como se recoge en nuestras Ordenanzas Municipales, lo emplean en ingerir alcohol, llegando a un grado de embriaguez que, en no pocas ocasiones, ha sido motivo de riñas y peleas entre ellos, causando miedo a cuantos han presenciado tan penoso y lamentable acto», dice una vecina de la zona.
También, como ocupan la vía pública tanto de día como de noche, realizan sus necesidades fisiológicas en aceras y portales, sin el más mínimo pudor en ocultarse de los viandantes, ni siquiera de cuantos niños y jóvenes transitan por la calle.
Por otra parte, el parque infantil se queda completamente inutilizado porque los padres o tutores de los niños se niegan, por seguridad, a llevarlos a la plaza, concebida desde hace tiempo como zona lúdica-infantil por el Ayuntamiento.
En conclusión, afirma Amalia F. Lérida en abcdesevilla.es, miedo, falta de higiene, amenazas, riñas o disturbios han pasado a formar, injustamente, parte del día a día del vecindario «y lo que es peor son un lamentable espectáculo que nuestros hijos tienen que presenciar obligatoriamente e irremediablemente de manera cotidiana».
«La Policía viene —relata una residente— le pide papeles a estas personas, las echan y cuando se van los efectivos vuelven, otra vez. Así no se puede vivir y nos duele la boca de denunciarlo».

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