
Sucesos
Los ladrones, dos de ellos menores, se escondían en zonas oscuras de la Malvarrosa y reptaban por la arena
TONI BLASCO| VALENCIA
Una pareja se adentra de madrugada en la playa de la Malvarrosa frente a una conocida terraza de verano. Doce ojos acechan cautelosamente a los jóvenes hasta que se acuestan cerca de la orilla. Son seis ladrones que vigilan a sus víctimas para robarles al descuido. Esperan un poco. Observan desde lejos los besos y las caricias e incluso cómo se desnuda la pareja. El momento de actuar ha llegado. Dos de los malhechores reptan por la arena y se apoderan del bolso de la chica o la cartera del varón en un abrir y cerrar de ojos.
Un gran número de hurtos como este fueron perpetrados en las últimas semanas en las playas de la Malvarrosa y Las Arenas por seis rateros magrebíes. La Policía Local de Valencia detuvo a los ladrones en la madrugada del sábado después de montar operativos de vigilancia durante varias noches.
Tras tener constancia de numerosas reclamaciones y denuncias por parte de parejas que sufrieron estos robos al descuido, cuatro coches patrulla del Grupo de Operaciones Especiales (GOE) de la Policía Local de Valencia realizaron un dispositivo policial en la noche del viernes al sábado para detener a la banda.
Sobre las cinco de la madrugada, los ocho agentes se colocaron agazapados en varios puntos estratégicos de la playa y observaron con atención su entorno.
Impidieron un nuevo hurto
Los policías locales no tardaron mucho en descubrir los primeros movimientos de los delincuentes, y unos 15 minutos después se vieron obligados a actuar para impedir un nuevo hurto de los rateros.
Al advertir la presencia policial, los seis ladrones comenzaron a correr a la desesperada por diferentes lugares en un intento de despistar a sus perseguidores. Pero no lo consiguieron. Los goes de la Policía Local les dieron alcance y los apresaron. Tanto los malhechores como los agentes acabaron casi al borde de la extenuación, según explicó un testigo de la persecución.
"Parecía que estábamos viendo una película de acción. Nunca había visto a un policía correr a tanta velocidad detrás de un ladrón", relató un vecino que presenció uno de los arrestos.
El balance del operativo policial se saldó con seis detenidos, tres de ellos menores de edad, y la recuperación de un bolso, teléfonos móviles y otros efectos procedentes de hurtos cometidos esa misma noche.
Los policías locales localizaron a una chica colombiana que momentos antes había sufrido un robo por parte de los rateros. Uno de los detenidos resultó herido por un corte en un pie que se produjo él mismo durante la huida.
Los delincuentes arrestados siempre utilizaban el mismo modus operandi. Los individuos se sentaban sobre la arena de la playa y conversaban frente a una terraza de verano. Un lugar privilegiado para ver sin ser visto, o cuanto menos sin levantar sospechas. Y es que los clientes que salen de los locales de ocio se encuentran en una zona bien iluminada, mientras que los ladrones acechaban desde puntos oscuros de la playa.
Era cuestión de tiempo que una pareja saliera del establecimiento para culminar el fuego de la pasión sobre un lecho de arena o con un baño en el mar.
Pero desde el primer momento que pisaban la playa se convertían en víctimas de la banda. Uno de los menores seguía a sus presas de forma sigilosa y a cierta distancia.
Cuando aumentaban los arrumacos en un lugar que parecía discreto y la relación de pareja se hacía más intensa, el ratero se aprovechaba de la situación de fogosidad para cometer el hurto.
Reptaba como una serpiente
El ladronzuelo se arrastraba por la arena como una serpiente hasta llegar al lugar donde se encontraba la pareja. Alcanzaba con su mano y se apoderaba de los bolsos, móviles y objetos personales.
Luego, el malhechor regresaba al lugar donde estaban sus compinches y compartía el botín con ellos. En ningún momento el menor se sentía desamparado, ya que el resto de la banda lo protegía y defendía si era necesario en el caso de que fuera descubierto. Además, los otros magrebíes vigilaban en el paseo marítimo por si llegaba alguna patrulla policial.
Más tarde, las víctimas descubrían que su momento de intimidad al amparo de la oscuridad no había sido tan discreto como pensaban. Les habían robado sus pertenencias delante de sus narices y no se habían dado cuenta.
Llegaba entonces el momento de dirigirse a una comisaría de la Policía Nacional o buscar una patrulla para denunciar el hurto.
sucesos@lasprovincias.es
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